la Agrupación Socio Ambiental de vecinos autoconvocados de los barrios de la Comuna 11, «Conciencia Urbana», llevó a cabo un recorrido por nuestro querido barrio de Villa del Parque, con el objetivo de «despedirse» de casas que serán demolidas y terrenos donde se construirán torres de departamentos, debido a la implementación del nuevo Código Urbanístico desarrollado por el actual Gobierno de la Ciudad en el año 2018.
Esta iniciativa busca visibilizar la preocupación de los vecinos por la construcción indiscriminada y descontrolada que se está llevando a cabo en numerosos barrios de la Ciudad de Buenos Aires, especialmente en los barrios de la zona norte.
Durante el recorrido, los vecinos visitaron diversas direcciones con profunda angustia y tristeza. El punto de partida fue la plaza Aristóbulo del Valle, desde donde se dirigieron a las siguientes ubicaciones:
¿qué pasa en Palermo?
Palermo Resiste. Así se llama este colectivo de vecinos de Palermo Viejo, barrio turístico de Buenos Aires, que recorren las calles señalando algunas de las 80 casas, varias de ellas de más de 80 años, que se van a demoler o ya se han demolido para que desarrolladoras inmobiliarias construyan allí edificios de hasta 14 pisos. Estos vecinos piden que la ciudad vote una ley que frene esta tendencia que se inició con un código urbanístico de 2018.
“Son construcciones de estilo de bajo, de estilo chorizo, como se dice, donde estaban sus puertas de madera con su zaguán, es decir, la antesala a las diferentes habitaciones que le daban una característica identitaria al barrio”, cuenta Martín Rodríguez Rivas, vecina del barrio de Palermo, Buenos Aires.
Estos vecinos reclaman más verde y menos cemento y temen que colapse la infraestructura de servicios como el agua potable. Advierten de que los compradores de los nuevos pisos son inversores extranjeros y otros que buscan alquilarlos a turistas o aprovechar una amnistía fiscal que otorgó el gobierno argentino a quienes construyan. No es el único barrio que ha pedido frenar las edificaciones: suman nueve. Dos ya lo consiguieron: uno de ellos, Lomas de Núnez.
En Palermo, el director institucional de una cámara de pymes desarrolladoras inmobiliarias, Santiago Levrio, visita una de sus obras. Sostiene que en esta Argentina casi sin créditos hipotecarios los compradores son familias de clase media alta con herencias o ahorros propios que quieren mudarse de pisos pequeños y envejecidos a otros más amplios y nuevos.
“Es cierto que hay muchos barrios que están cambiando su perfil, que tiene el 80 o el 90% de su construcción es de menos de dos plantas, y que ven en los edificios una amenaza. Pero la realidad es que mucha gente quiere vivir en esas zonas y la ciudad necesita ser un lugar accesible para todo el mundo. Por lo cual, la construcción le da acceso a muchas personas, ya sea para alquilar o para comprar. Entonces la realidad es que yo no veo una defensa de derechos, sino que yo veo más una defensa de privilegios”, señala Levrio, director institucional de Alianza Urbana.
En una oficina nueva con la fachada antigua conservada, el secretario de Desarrollo Urbano de Buenos Aires, Álvaro García Resta, también habla de privilegios, como vivir al lado del subte. Explica que el código urbanístico creó una comisión de expertos que establece cuáles de las 135.000 casas anteriores a 1941 deben protegerse por su valor patrimonial. Por ahora suman 20.000.
“No todo lo viejo es bueno. La densidad hace a las ciudades sostenibles. La infraestructura es posible cuando más personas comparten la infraestructura. Si la idea es tener tu casa unifamiliar al lado del subte, en frente de la plaza y de todo, es una idea para mí de una ciudad exclusiva”, afirma García Resta.